Él era un personaje principal y ella un signo de puntuación. Solo cobraban vida con la energía de un lector.
A pesar de la importancia del personaje, ella bien podría ser la protagonista si contáramos el número de apariciones. Contra ella solo otro signo de cabello corto le hacía la competencia.
No siempre se cayeron bien, a veces ella lo alejaba de otras palabras, imponiendo una pausa, pero eran justamente estas coincidencias las que los habían acercado.
Luego de varias escenas, parecía estar surgiendo algo entre ellos. Comenzaban a disfrutar de sus encuentros.
Al principio a él solo le interesaba que cerca hubiera algún verbo de acción o de emoción, determinantes de su vida y su estado de ánimo. Pero, a medida que avanzaba la historia, se preocupó más por los adjetivos que le daban su aspecto y carácter, quería que lo supiera fuerte y atractivo. Sin embargo, ella había sabido quién era realmente, aun cuando a veces se disfrazaba con un pseudónimo, o un vocativo.
Ambos comenzaron a buscarse entre palabras, veían las líneas de abajo y arriba.
No era tan frecuente el reencuentro, incluso estando en la misma línea, los separaban letras, espacios o palabras de distancia. Él soñaba despierto deseando ser un “pero”, un “pues” o un “sin embargo”, y ella un acento para estar juntos siempre que fuera él mismo y no su equivalente.
A él solo le pesaba que podía perder su independencia, no le era atractivo dejar de ser el de las aventuras, del que las demás palabras hablaban. Para ella, volverse parte de él la podía llevar a perder su identidad.
Después de los primeros capítulos, aceptaron lo que eran. Aun así, sufrían al verse cerca sin poderse aproximar, atrapados en la tarea y momento que su creador había asignado a cada uno.
El poder que ella tenía para imponer el paso, retrasaba tenerlo a su lado nuevamente. Deseaba que quien los escribió no hubiera tenido el cuidado de ubicarla donde debía estar, aunque no se quejaba cuando eso iba a su favor.
Cosas extrañas comenzaron a pasar…
“El corazón le palpitaba,Alazán, corría para llegar antes que el ogro.”
“Alazán,pudo salvar a los niños del pueblo gracias a su valentía y habilidades.”
—Oye, Daniela ¿por qué estás colocando la coma entre sujeto y el verbo? ni siquiera son incisos y tampoco respetaste los espacios. —reclamó el editor.
—Estoy segura de que no hice eso.
—Tal vez no en los primeros capítulos, pero estoy viendo este error consistente a partir del capítulo cinco y no pude seguir leyendo. Creo que es mejor que hagas otra revisión antes de continuar editando tu manuscrito. Por favor mira el archivo que te acabo de pasar.
Ella revisó el archivo enviado por su editor con las correcciones.
—Está bien, acabo de ver lo que dices. Aunque lo veo y no lo creo.
La escritora se dio a la tarea de releer, y consiguió otras cosas que estaba segura no podrían ser obra suya.
“Todos en el pueblo gritaban ¡Alazán,! ¡Alazán,! ¡Alazán,! Entre tanto, el médico auscultó a los heridos y los pudo salvar”.
«¿Cómo es posible que esas comas estén ahí? Ni en mis sueños. El editor no lo haría. Aquí pasa algo extraño. Tal vez sea un virus informático», pensó Daniela. Continuó leyendo…
“Para Alazán,era difícil controlar la bestia que contenía su cuerpo de humano. Usaba su fuerza y energía, pero era como una bomba de tiempo.”
Otra coma mal ubicada entre protagonista y verbo. No había explicación lógica, a menos que la escritora hubiera cambiado el texto siendo sonámbula, justo antes de enviarlo. Estas apariciones extrañas estaban dañando su manuscrito, y hasta que no descubriera por qué estaba pasando eso no iba a poder reenviarlo a su editor. Ella corrigió un capítulo entero. A la mañana siguiente, lo releyó y todo estaba como ella lo había dejado la noche anterior. Sin embargo, no se sentía segura y le pidió a un familiar que leyera.
“Entonces, los duendes rodearon a,Alazán, con un traje mágico que se le adhería a todo el cuerpo desnudo, proporcionándole así una capa protectora que le impediría perder el control y prevendría un escape de energía.”
«Qué locura. Así nunca voy a terminar. La primera vez que lo revisé todo, no hubo ningún cambio involuntario y ahora, las comas están unidas al protagonista. Debo observar a fondo para entender lo que ocurre», pensó la escritora y entonces se dedicó a releer, buscando algún patrón.
Mientras que solo ella leyera su manuscrito, el texto permanecía inalterado. Bastaba que algún lector tomara el libro y avanzara en la historia para que las cosas cambiaran. Para comprobarlo, colocó una marca de modo tal que le indicara a su prima dónde parar. Como lo sospechaba, hasta el límite que definió en la página, la coma se apropiaba de ubicaciones que no le correspondían. Todo giraba en torno al protagonista, en ninguna otra parte estaba perdida o mal puesta.
Sin percatarse, la pareja estaba enloqueciendo a su creadora. La enamorada actuaba con rebeldía ortográfica. La energía del lector había ido más allá de darle vida a la historia en su mente.
—Prima, esto te va a sonar estúpido, pero creo que hay un signo de puntuación vivo. ¿No notaste que algo cambiara mientras leías?
—Tienes razón, es estúpido.
—Es en serio. No encuentro otra explicación. ¿Recuerdas los cuentos de la abuela? Ella decía que, de pequeña, tenía un libro que cambiaba cada vez que lo leía.
—Solo se lo creí siendo niña.
—Tampoco lo creo, pero no tengo virus en la laptop. No hay explicación lógica. Por favor lee más allá de la marca que hice mientras presto atención al texto.
“Cuando,Alazán,llegó a la cima de la montaña lo esperaba el sabio que le daría el último reto para cumplir con su destino y liberar a su pueblo.”
Daniela, atenta ante cualquier rareza, no despegó los ojos del texto y así fue como atestiguó lo que le resultaba increíble. La coma se había movido saltando sobre las letras. La lectura tenía el poder de energizar un párrafo completo a la vez, y este signo rebelde lo había aprovechado para aproximarse a su amado. Él se mantenía siempre en el lugar asignado, ella era la que retaba al sistema. Se había hartado de la separación y buscó la manera de cambiarlo.
Era la primera vez que algo como esto pasaba. ¿Cómo hablarle y convencer a un signo de puntuación para que fuera obediente? Esa era la gran incógnita.
Tras horas de pensar y pensar, Daniela, sin importarle lo que opinara su prima, habló con su manuscrito.
—Coma, no puedes seguir cambiando de lugar. Si no dejas de moverte jamás aceptarán la publicación del libro y así carecerán de la energía que necesitan para vivir su momento. Se estarían privando de cientos de lectores. Si no los leen, no existen.
La coma abrazaba con su cabellera la patica de la “n” de “Alazán” mientras escuchaba a la autora. No la estaba convenciendo.
—Creo saber lo que te pasa. En cada párrafo que leen crees que podría ser el último, no sabes si me deshago o no del personaje porque ningún lector ha terminado de leer la novela todavía, pero te aseguro que tendrán muchas oportunidades de estar juntos en todos los capítulos donde él participa. Puedes estar tranquila.
El signo de puntuación de cabello largo soltó a la “n”, pero aún no volvía a la posición que le correspondía. Algo más le inquietaba. Así que, dejó pensativa a la escritora.
—Prima, si fueras un signo de puntuación ¿qué te haría feliz?
—¿En serio me preguntas eso a mí? Mejor pregúntale a la lámpara de la mesa, a ver qué te dice. Prima, creí que los mundos que te inventas eran fruto de tu creatividad y no de la demencia.
—¿No viste lo que hizo la coma irreverente?
—Solo vi que la pusiste varias veces donde no va. Cosa que me parece extraña tratándose de ti. Creo que tantos trasnochos escribiendo te han dejado alucinando.
Mientras la escritora continuaba tratando de hacerle entender a su prima que no había perdido la cordura, tuvo una revelación. Necesitaría del apoyo de su editor para hacerlo posible.
Primero le pidió a la coma que le diera un voto de fe y que no cambiara nada más para que se pudiera completar la lectura. Posteriormente, hizo un ajuste en el manuscrito y se lo entregó a su prima para que lo leyera.
—Estimada coma, cuando mi prima llegue hasta el final y yo vea que te quedaste en los sitios asignados, sabré que les satisface cómo termina. Entonces, corregiré lo que ya habías cambiado, después, estarán en manos del editor. Mi prima podrá culminar durante este fin de semana. Por favor, sean pacientes hasta el desenlace. Si estás de acuerdo, se buenita y devuélvete al último sitio del que te mudaste.
La coma selló el acuerdo al retornar al último sitio del cual se había movido.
—¿Qué me dices, prima?
—Si lo termino rápido, ¿volverás a estar normal? Es que me gusta más decir “mi prima la escritora” que “mi prima la loca”.
—Sospecho que siempre mantendré mi toque de locura, pero puedes estar tranquila. No seguiré hablando con mi manuscrito si llegamos a un acuerdo.
—Está bien. Pásame la nueva versión.
El lunes de la semana siguiente, la novela estaba de vuelta en manos del editor quien aceptó la petición de la escritora, aunque no le parecía.
“… superando las tormentas, terremotos e invasiones, él fue capaz de liberar a su pueblo y recuperar los territorios que los enemigos le habían arrebatado. El poder sobrenatural que retenía en su cuerpo fue devuelto a los dioses, y, en adelante, viviría como un mortal entre sus súbditos, liderándolos hacia un futuro prometedor. Lo llamaron el Rey Alazán,”
Nunca una historia había terminado con una coma. El punto solía tener ese honor. Pero, fue así como la autora logró que la coma cooperara, dejándola vivir su historia de amor ortográfico, con encuentros y desencuentros, con espacio y tiempo de por medio, pero al final, juntos.
Escrito por Lunyzbreid López
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Este cuento participó en el concurso del Premio Oscar Wilde de Boukker
https://www.boukker.com/read-story/9930_un-amor-ortogr%C3%A1fico.html
3 Comentarios
Yadir Gómez · septiembre 14, 2020 en 12:03 PM
Bastante bueno el cuento, muy creativo. Un abrazo Lunyz
lunyzwrites · septiembre 14, 2020 en 12:19 PM
Gracias, Yadir. Me alegro que te haya gustado.
Paul · septiembre 16, 2020 en 8:27 PM
Una amena lectura, de esas que te dejan viendo al mundo de una nueva manera. Gracias amiga por transitar la calle de la creatividad y traernos una creación exótica. Un abrazo.