El Oni: un demonio, un hombre y una maldición

S/0.99

¿Qué tal si, una mañana, un demonio decide hacer el bien?

Chicaramochi Tanaka es mejor en los negocios de lo que es con la gente. Su experiencia lo ha vuelto un tanto amargado y se ha llegado a preguntar si vale la pena continuar.

Sasori Oni está cansado de lo que siempre tiene que estar haciendo debido a la maldición que lo condena, y los Dioses aun no están listos para liberarlo. Un cambio no le vendría mal, así que escoge a Tanaka para ayudarlo.

Sin embargo, lo último que Tanaka desea es ayuda, y menos de un demonio del que no se puede confiar.

Antes de darse cuenta, sus interacciones entrelazan sus destinos de forma inesperada.

Si estás listo para unirte en el caminar de estos dos, obtén hoy esta novela corta de realismo mágico.

Nota: El Precio está expresado en dólares americanos.

 

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Descripción

Novela corta de realismo mágico. Extracto:

EL ONI

La perfección y el don de mando eran todo para él, se esforzaba mucho y deseaba liderar a otros para cumplir sus objetivos personales.  De pequeño sus padres le enseñaron el valor que tienen las cosas en función del esfuerzo, por lo que nunca esperaba que alguien hiciera su vida más fácil. Sólo pedía ayuda cuando estaba ahogado, y algunas veces resultaba ser tarde. Entonces culpaba a quién intentó ayudarlo, sabiendo que la responsabilidad no recaía realmente en el otro.

A lo largo del tiempo, esto hizo que estar cerca de él no fuera tan grato como en otra época. Sin embargo, sus empleados de la fábrica de cepillos no tenían mucha elección y seguían trabajando para él por la necesidad de dinero; reconociéndolo, no obstante, como un hombre honesto, trabajador y enérgico, sólo que se habían resentido con él por su negación a asumir la responsabilidad, la cual le transfería a los demás cuando ya era muy tarde para cambiar el resultado.

Chicaramochi Tanaka se sentía frustrado, su apariencia de hombre fuerte evitaba que quedaran expuestas su vulnerabilidad y sensibilidad. Le dolía saber que de alguna forma decepcionaba a los demás. Su empresa había crecido poco a poco y conocía bien a cada uno de sus trabajadores, por lo que los rumores que escuchaba sobre él, lo entristecían.

Todas las mañanas pasaba por un gran parque que quedaba como separación entre su casa y la fábrica. Se daba unos momentos, rodeado de la neblina tempranera, para disfrutar sentado, de los sonidos de la mañana.

Los pájaros eran los más notorios, cantándole al sol que apenas se asomaba a lo lejos, con la luna aún en el firmamento. Se escuchaba el zumbido de las abejas en su labor diaria de néctar y polen. El aleteo rápido de un colibrí se oía en muchas partes aun siendo una sola ave. Esta mañana había un sonido nuevo.   Sonaban varias pisadas, como paticas de madera contra un suelo duro y resonante.

Tanaka abrió los ojos para tratar de identificar el origen del sonido. Recorrió su alrededor con la mirada, pero no vió nada, el sonido había cesado. Cerró nuevamente los ojos unos momentos después. Tomó su bolso con el almuerzo y continuó su camino al trabajo.
Llegó saludando a todos los empleados que encontró en el trayecto hasta su oficina.

Mientras estaba concentrado en sacar cuentas con la ayuda de su ábaco, volvió a escuchar los mismos pasos que lo desconcentraron más temprano ese día. Una vez más cuando quiso chequear el origen del sonido, no vio nada.

– Parece que estoy imaginando cosas – pensó.

Al final del día de trabajo, para relajarse un poco, le dio cuerda a su victrola para escuchar una pieza musical de Mozart. Al sentarse en su escritorio algo le extrañó. Una pieza de adorno que no le pertenecía ni había visto antes. Al tocar lo que en principio parecía una esfera corrugada de madera, ésta se movió por su cuenta.

Del susto, Tanaka se incorporó tan rápidamente que tumbó la silla. Su corazón latía al máximo, se quedó viendo al objeto esférico y comenzó a rogarle a sus dioses. Respiró profundo, se tranquilizó, y esta vez volvió a tocar la esfera de madera con una espada de colección que heredó de su abuelo.

Se volvió a mover y entonces, el temor inicial se volvió una intensa curiosidad. Una vez más hizo contacto y esperó. La esfera empezó a abrirse… de esfera pasó a ser algo amorfo y finalmente la figura no dejaba lugar a dudas. Se trataba de un escorpión de madera, o al menos parecía ser de ese material.

Le veía fijamente.  Cuando Tanaka se movía a la derecha o a la izquierda, parecía seguirlo pues se giraba hacia él. Tanaka se acercó, acostumbrado de pequeño a jugar con escorpiones y tarántulas, no quedaba un ápice de temor dentro de él desde cuando descubrió qué era. Se atrevió incluso a tenderle la mano. El escorpión caminó un poco hacia atrás al tener la mano frente a él, pero no reaccionó con su aguijón, totalmente libre de respuesta ofensiva.

Un par de minutos después, Tanaka tenía al escorpión sobre su palma izquierda. Lo detalló, su cuerpo parecía hecho de bambú.

– Eres un hermoso escorpión, pero nunca había visto uno como tú. Imagino que viniste de polizón en el bolso de mi almuerzo.

Para asombro de Tanaka, el escorpión asintió con su cuerpo.

– Hmm, vaya coincidencia, parece que hasta me entiendes y respondes.

Una neblina oscura comenzó a rodear la mano que lo sostenía, cada vez más densa impedía ver a través de ella, creció en volumen y de ella provino una voz.
Tanaka estaba en shock, no se movía.

– Chikaramochi Tanaka, he escuchado tu lamento, todas las mañanas he sabido lo que piensas y compartido lo que sientes, y estas últimas dos semanas tu luz se ha vuelto opaca. ¿Quieres morir? – dijo la voz de la neblina oscura.

En ese momento Tanaka echó sobre el escritorio lo que fuera que estaba en su mano.

(Fin del extracto)

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