Soy la primera persona nacida en Marte. Mi nombre es “Marciano Primero”, pero me llaman Martin. Mis padres eran amigos con derechos. Ellos me concibieron en contra de los mandamientos de la misión durante el tercer viaje con cargamento. Ellos me escondieron del gobierno de la Tierra con la ayuda del resto de la tripulación y de la gente que ya estaba aquí. De seguro hubieran recibido una orden obligatoria de aborto porque solo debía permitirse la gestación de embriones genéticamente modificados, y aún no había ninguno listo para pruebas en Marte.
Al año siguiente, hubo dos nacimientos no planificados, Carolina y Marcos. Soy mayor que ellos por unos pocos meses.
Desde que Carolina cumplió las dos semanas de nacida, los tres nos convertimos en ratas de laboratorio. Cada individuo tiene un propósito aquí, y a nosotros nos dieron el nuestro. Además, la vasectomía se volvió un prerrequisito para la misión. Todo esto fue el resultado de que unos recién llegados terrícolas no callaran el secreto.
Nuestros padres no pudieron criarnos porque la gente debía retornar a la Tierra cada dieciocho meses. Además, la organización que financia y lidera la misión es muy precisa con los recursos. Así que, nosotros, los marcianos, nunca iremos a la Tierra a menos que nos convirtamos en miembros vitales de una tripulación.
Todo el que ha venido aquí habla sobre lo azul y acuoso que el tercer planeta es, con 87% de su superficie cubierta por agua. Los ancestros extinguieron miles de especies, pero aún hay variedad de animales y plantas. Lo que me intriga es ver animales diferentes a los humanos.
Aparte de mi curiosidad acerca del otro planeta, este es mi hogar. No siento nostalgia por cosas que nunca he experimentado. Estoy acostumbrado a vivir la mayor parte de tiempo debajo de la superficie, estudiando, cuidando el vivero, protegido de la radiación, el polvo tóxico y el frio congelante.
Lo que poco o nada me gusta son los experimentos en nosotros. Algunos efectos secundarios han sido desagradables. Al menos, mi tolerancia al dióxido de carbono y a las bajas temperatura se ha incrementado. Por lo tanto, necesito menos oxígeno que los terrícolas y sufro menos que ellos.
Hace medio año, mi madre me sorprendió. Ella acudió a las personas correctas para volver para mi octavo cumpleaños marciano, lo cual equivale a quince años terrestres. Nos mantuvimos en contacto desde que se fue, pero el retraso de quince minutos en las comunicaciones en vivo era molesto. Es más cálido tenerla aquí. Carolina y Marcos no han tenido la misma suerte, pero comparto mi madre. Como regalo, ella me autorizó a utilizar el traje ahora que ya era lo suficientemente grande para que me quedara bien. Algún tiempo después, ella hizo lo mismo por mis amigos.
Mañana iniciaré el entrenamiento para controlar a los droides de explotación que colectan muchos tipos de minerales. Nosotros usamos una pequeña porción para fabricar piezas y refacciones y el resto va para la Tierra. Eso es lo que paga las cuentas.
Marcos se está convirtiendo en un experto en campos electromagnéticos para protegernos de la radiación solar, y Carolina está haciendo un trabajo excepcional diseñando mejores impresoras 3D para crear lo que sea que necesitemos.
Cuando llega el final del día, vamos afuera para contemplar nuestras dos lunas y a ese pequeño punto luminosos que la gente llama La Tierra.
Esta historia, un poco más extendida, forma parte de un libro tapa blanda de la Antología «4 Narradores Independientes», publicada mediante la Editorial LibreIndependiente. Disponible solo en Perú por el momento (1ro noviembre 2020).
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