Pez Mental

(Escrito por Lunyzbreid López)

En las mañanas no dejaba de ver lo que todos me decían que no existe. Para nadie un pez que flota en el aire debería ser tomado en serio. Para mí era muy real y me paralizaba en medio de la calle, en una reunión, y lo peor, había aparecido mientras conducía, por suerte sigo vivo.

Tenía que hacer algo. Los medicamentos me dopaban y me ponían en desventaja ante los demás que rendían más que yo. Quedarme sin trabajo era impensable. ¿Quién más iba a cubrir los gastos de mi hija?

Mi hija… tan pequeña e indefensa. Aunque hacía un esfuerzo para que no se diera cuenta, ella sabía que había algo raro conmigo. Mi parlanchina se quedaba muda cada vez que alucinaba y decía incoherencias. Se hundía en el sofá, la silla, donde estuviera, o daba un paso atrás, pero siempre se quedaba viéndome.

Debía desaparecerlo. Lo había logrado con otros de mis fantasmas. A aquellos los golpeé hasta que la física del impacto me convenció de que ya no había nada. A los perros que me aturdían con sus ladridos los maté a patadas. Como consecuencia destruí los adornos de la sala, la mesa, los materos, pero no volvieron después de eso.

Este pez que me interrumpía en los momentos menos apropiados y me asqueaba con su fetidez, hacía que todo me supiera a mar muerto, pútrido. Había llegado el momento de ponerle fin. Me estaba atormentando y no quería que se despertara mi angel.

Tomé el cuchillo de carne para ser silencioso y lo apuñalé repetidas veces hasta que lo vi hacerse pedazos. Se quebró como si fuera de porcelana. La pestilencia de mar desapareció, pero entonces me inundó un olor metálico, mis manos estaban húmedas y mi rostro empapado en fluidos ajenos.

Llevo cinco años recordando la imagen de mi hija sin vida entre mis manos. Ahora es su voz la que acompaña este aislamiento que me castiga. «¿Por qué, papá? ¿Por qué?»


Jonás

(Escrito por Mirza Mendoza)

Pasó una y otra vez. Despertaba sudoroso. Ese maldito me perseguía por las noches. No me dejaba vivir. Hice lo que estuvo a mi alcance: meditación guiada, escuchar música clásica e incluso ir a un estúpido psicólogo. Cada noche ese aberrante ser me visitó en sueños. Sus ojos abotagados, casi bovinos, me examinaban impávidos. Sus largas aletas e incesante boqueo me incomodaba, me aturdía.

Perdí el apetito y no hablé con nadie lo que me sucedía, presentía que se burlarían de mí. El psicólogo: bien gracias, luego de todo un año de terapia lo único que cambió en mí fue mi cuenta del banco cada vez con menos dinero; dejé de ir a las consultas. Me sentía imposibilitado de dañar al infame o hacerle algo en mis sueños. El gigante ocupaba mi pesadilla, con su presencia todopoderosa llenaba el espacio.

Algunos días, iba furioso al acuario y cuando creía que nadie me veía, sacaba a un infeliz que agonizaba aleteando en mis manos. Era para mí un pequeño triunfo, no contento con eso, en otras ocasiones iba a pescar a la ribera del mar y desahogaba mi frustración en los cadáveres que minutos antes nadaban libres.

La última vez que soñé con él fue el episodio más calamitoso. Apareció con sus afiladas escamas y me rodeó paralizándome. El monstruo movió las aletas en tanto me desgarré las cuerdas vocales gritando por ayuda. Sus pequeñitos dientes rasgaron mis carnes, lo sentí como si fuera real. Traté de escabullirme, pero ya estaba dentro de él, frío y húmedo. Me escupió completo y sentí, estando fuera de él, mis miembros gelatinosos, el cuerpo cubierto por un vaho con olor salino.

Ha pasado el tiempo y los tranquilizantes hacen lo suyo, aunque el recuerdo lo tengo muy vívido a veces. Las paredes blancas del sanatorio y la gentileza de las enfermeras me mantienen optimista. La sedación es lo mejor. Soy el paciente más tranquilo del lugar. No deseo hablar o no puedo hacerlo. El ente acuático se llevó mi voz. Es espantoso para mí siquiera pensar en uno de esos aborrecibles seres, dibujarlos o mencionarlos. Los doctores solo saben que tengo alucinaciones hipnagógicas que imposibilitan que sea una persona normal. Las pastillas hacen lo suyo y espero que sigan funcionando. Desde ayer están implementando un espacio para la acuarioterapia en el centro de pacientes psiquiátricos.

Giant fish

Esta fue la imagen que nos inspiró el relato. Utilizada para el ejercicio creativo durante la entrevista a Mirza Mendoza.


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