Junto a Rosa Lluch de Castelló, conversamos sobre biografías noveladas y realizamos un ejercicio en el que no crearíamos una ficción en base a la imagen aleatoria, sino que debía servirnos para evocar una memoria o anécdota, bien fuera propia o ajena, y escribir un relato corto con ello. En esta ocasión nos tocó utilizar la foto de la mano de un mono.

Rosa se define como poeta y relatora. Ella escribió y publicó una biografía novelada titulada «Carmen, su vida» la cual, de momento, solo puede ser adquirida en físico en España, pero espera a futuro basar una novela en la vida de la señora Carmen.


El triángulo perfecto

Rosa Lluch de Castelló

Estábamos visitando el BioParc en Valencia. Está cerca de casa y fuimos dando un paseo.

Al llegar a la zona de los gorilas, me encanta verlos así tan cerca, casi en su propio hábitat, rodeados de sus iguales, en comunidad formando una gran familia.

Me llamó la atención uno de los gorilas, era una hembra. Se la veía muy triste y no se comportaba como el resto de sus conpañeros y compañeras de grupo.

Ese día, pese al fresco, lucía el sol y en la mañana quedó una agradable temperatura de final de otoño. Mi hija Sofía, me miró, como preguntándome con su mirada si podía acercarse a la valla de madera para observar mejor a los animales. Le cogí de la mano y juntas nos acercamos. Me soltó suavemente y en ese momento se arrimó a la zona de una forma especial. La estuve observando y ella me miró con esa dulzura con la que miran los ángeles. Observaba a Sofía y luego miraba a la gorila. Estaba apartada del resto. Vi como el amor florecía de manera inesperada entre dos seres tan distintos, en apariencia, una gorila triste y abrumada, y mi niña de a penas dos años. La conexión entre ellas se hizo evidente.

Sofía con su curiosidad e inocencia, se aproximaba para percibir a los majestuosos gorilas y a la gorila ausente y solitaria, con sus manitas la llamaba y me lanzaba miradas a mi como pidiéndome ayuda.

—¿Qué puedo hacer mami, para hacerla feliz? Me imaginaba esta pregunta en la cabezita de mi pequeña.

Entre todos los gorilas negros, había uno que destacaba, un macho plateado y fuerte, el más grande y peludo de toda la manada.

Se llama Kibo y, a su manera correspondía a esa atracción. Miradas compartidas, gestos protectores y juegos de escondite, a través de la distancia revelana un vínculo.

Con el tiempo los cuidadores del parque advirtieron la profunda relación entre estos gorilas y los bebés humanos. Decidieron

 investigar. Descubrieron que Kibo, era el padre gorila  y Nela la mamá gorila. Habían perdido a su cría hacía poco, por eso ambos sentían un profundo dolor. Y Sofía, con su candidez, les recordaba a su bebé fallecido.

Este hallazgo conmovió a todos en el BioParc. La historia de amor entre Kibo, Nela y Sofïa, esa mañana, se convirtió en un símbolo de la conexión ancestral e inquebrantable entre esoecies aparentemente dispares. Demostrando que el amor y la empatía pueden aflorar y florecer en los lugares y las situaciones más impensados, incluso en un BioParc, donde los corazones laten al ritmo de la vida salvaje, lejos de la humana, aunque conectada por hilos invisibles de fraternidad cósmica.


Amor simio

Lunyzbreid López

Hace como veinticinco años, estaba de paso por un zoológico en Texas, junto a un compañero de un curso, cuando nos detuvimos frente al vidrio que daba al área donde se ubicaban los chimpancés. Me llamó la atención ver cómo socializaban. Era la primera vez que los veía tan cerca.

—Oye, qué delicada es ese chimpancé. Mira cómo se esmera en limpiar de bichos el pelaje de su compañero —dije.

—Sí, parece que no se le escapa ni un centímetro de la cabeza y el cuello. Y no se limita a eso, también le acaricia y abraza. No sabía que fueran tan cariñosos —dijo Juan.

—Tiene sentido, pues somos especies cercanas. Ellos también tienen su corazoncito.

Continuamos contemplando a los simios. Unos jugaban, otros comían y algunos retozaban. La pareja seguía en su rutina de limpieza, hasta que lo llevaron a otro nivel. Sentí que las mejillas se me calentaron un poco.

Era como estar presenciando un episodio de National Geographic sobre la reproducción de los chimpancés. Si bien es algo natural, no tienen el pudor de nosotros, y no se podían ir a un hotel cercano porque les quitamos la libertad, de todas formas, quedé sorprendida. Además, fue un poco raro ver la cópula al lado de alguien a quien apenas conocía.

—¡Ejem, ejem! Vaya, eso no me lo esperaba —dije.

—Tampoco yo, creo que es buen momento para continuar el paseo.

Me quedó claro que no solo los humanos y bonobos buscan sexo por placer, además de ellos, los chimpancés también.


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