Felino

Con nuestra invitada, Lourdes Castillo, hablamos sobre literatura juvenil durante la entrevista-webinar. Ella es escritora de literatura juvenil fantástica y ha publicado libros como los de la serie Gálora y Crónicas de Masamara. La imagen que nos sirvió de semilla fue la de un felino de pelaje oscuro, oculto detrás de unas plantas.


El acechador

Por Lourdes T. Castillo

Una sombra en la noche. Un acechador en la oscuridad me llaman. Hay quien dice que traigo mala suerte y hay quien me ama e idolatra. 

Todos tienen algo de razón. Soy amo y señor de mi hogar. Mis siervos cumplen mis deseos. Me escondo en los rincones más altos y en los huecos más oscuros. 

Si me ven de noche, mis ojos brillan como inquietantes estrellas que transmiten inteligencia y vida. 

Los humanos corren asustados cuando me escondo entre la hierba y yo solo puedo reír para mí y susurrar con voz inocente:

—Miaaauuuu. 


El reto de Dikán

Por Lunyzbreid López

Él podía sentir que alguien o algo lo vigilaba. Desde que se aventuró a la selva para su prueba de hombría, no había temblado ni se le había desbordado el corazón hasta ese momento.

Estaba desarmado. Buscó algo para defenderse.

«Creo que este pedazo de bambú caído me servirá. Me pregunto si sobreviviré los siete días aquí solo», pensó Dikán.

Mientras se esforzaba para terminar de desprenderlo de su base, el viento movió la maleza y le llegó un olor a carne en descomposición.

Con bambú en mano, siguió su nariz. A unos metros pudo divisar los restos de un mono. Miró a su alrededor. Cuando se fijó en el suelo, un tanto pantanoso, descubrió que al lado de la huella de su zapato había una pisada de un gran felino. Se agachó para detallarla.

Un rugido tenue pero sostenido le crispó los vellos de la nuca. Era difícil saber de dónde venía. Los árboles parecían hacerle eco, o el animal tenía efectos de sonido envolvente incorporado.

Una rama crujió ante el peso de la amenaza que salió de donde estaba agazapa. Dikán giró a su izquierda y vio una masa de músculos negra, que detuvo su avance cuando se miraron directamente. Él se puso de pie y levantó los brazos, gritándole al corpulento felino. Este murmuró un rugido sostenido y avanzó dos patas, bajando la parte delantera de su cuerpo y subiendo la trasera. El corazón del muchacho se la habría salido del pecho de no ser por el esternón y las costillas.

—No me vas a saltar encima.

Dikán golpeó repetidas veces el piso con el bambú, silbaba al cortar el aire con cada envión. El inmenso gato dio un par de zarpazos tratando de sujetar aquella arma, dejando ver sus inmensos colmillos como advertencia.

Finalmente, la pantera se alejó. Al parecer, el muchacho logró hacerle creer que era peligroso. El animal solo estaba defendiendo los restos del mono, de no haber tenido algo en el estómago, tal vez se habría atrevido a más.

Más tranquilo, Dikán se dispuso a buscar el rio. No solo porque la experiencia le había dejado la boca seca, sino porque sus pantalones estaban mojados y si volvía oliendo a urea, sus amigos se burlarían.


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