“Llegó el limón, el limón”
Así es el pregón que por varios días he estado escuchando. Venido de ese mundo exterior abandonado por la mayoría mientras es ocupado por un enemigo invisible. Ese que se apropia de los cuerpos, los controla. No sabes quién está poseído porque son capaces de comportarse como el humano que habitan.
Nadie sabe dónde está. Tal vez ese limonero porte al invasor. Sospecho y me asomo, pero no me dejo ver.
Es muy astuto, aunque tiene la debilidad de ponerse en evidencia cuando acumula más poder: su huésped deja de ser el mismo y se nota.
Me tientan los limones. Pero, me carcome la duda. Tal vez no me ataque a mi esta vez sí aparento que no pasa nada, que no sospecho.
Cuando llegaron los primeros, se adueñaron de voceros importantes que hicieron creer que no pasaba nada.
Ya no se escucha la oferta de cítricos. Me pregunto si volverá. Me asomo a la ventana.
Ahí está. Se me ha quedado viendo. El tejido del que está hecho la cortina es un delator, debe estar observando mi silueta. No me muevo. Quizás solo se asoma por casualidad y no me mira realmente. Creo que si sigo sin moverme por un rato pensará que soy un maniquí u otra cosa.
Pareciera que jugáramos a las estatuas y me preocupo, me están haciendo efecto los dos vasos de agua que me tomé hace una hora, ¿por qué habré tomado tanto?
Pasan los minutos. Nadie normal se quedaría viendo tanto tiempo hacia dentro de una casa sin la intención de hacer algo más. Espero un poco más, ojalá no note que tiemblo un poco para aguantarme. ¿Por qué temblamos así?
Al fin se ha ido.
Salí corriendo hacia el baño y sentí un alivio superior al de haber visto que se marchaba. Si antes sospechaba de él, ahora más.
Es de mañana y hago un recuento de mis alimentos. Necesito salir por provisiones. El limonero pasa más tarde, así que, me apresuro para ir y volver antes de correr riesgo de toparme con él. De seguro pasaré entre varios como él sin saberlo. Se mezclan entre nosotros.
Todos somos sospechosos. Casi nunca salgo, y si lo hago evito volverlo a hacer por dos semanas. Dicen que es el tiempo que necesitan para tomar control, y solo así puedo asegurarme de que sigo libre para continuar en mi prisión voluntaria, y no libre, pero bajo su dominio.
Poco a poco hemos ido cayendo. Sin embargo, seguimos siendo mayoría. Al menos, eso creemos.
Me duelen los hombros soportando el peso de las verduras, las frutas, las harinas, las menestras y tantas cosas que me hacían falta. Al doblar la esquina de mi cuadra, justo antes de llegar a la puerta de la casa… El limonero.
Obstaculizaba la puerta y no estaba solo. Tres más le acompañaban. Un reciclador, un vendedor de tamales y otro que no cargaba nada para la venta.
Bajé una de las bolsas y saqué un envase de kétchup hecho de vidrio.
—Apártese de la puerta o no sabrá si le sale sangre o kétchup. ¿Por qué esta emboscada?
—Eres la última que nos falta de esta urbanización —dijo el limonero.
Mientras hablábamos, varios vecinos salieron a la puerta de su casa. Solo actuaban como testigos mudos. Todos me veían y asentían con la cabeza con una medio sonrisa.
Insistí amenazante, pero no se movían. No entendía cuál era el propósito de sus acciones, o más bien inacciones. Estar por estar, por fastidiar.
Por al menos un cuarto de hora discutí con el limonero. No me daba razones. Ni tampoco se quitaba de mi camino. Y de pronto, sin más…
—Nuestro trabajo ya está hecho —dijo el limonero.
Se ubicó a un lado de la puerta. Aún demasiado cerca para mi gusto, pero quería entrar y sentirme segura. Así que, abrí a prisa con la llave, sin darles la espalda.
A los pocos días, comencé a sentirme extraña. Nada que me hubiera pasado antes se parecía a lo que estaba padeciendo. Era como si tuviera la influenza con otros síntomas agregados. Por ciclos faltaba el aire y parecía que cargaba toneladas por centímetro cuadrado de mi cuerpo.
Luego de una noche de insomnio, al amanecer caí rendida.
Cuando abrí los ojos me sentía mejor que nunca. Solo que había algo fuera de lugar.
Al mirarme al espejo lo supe: Una sonrisa burlona a media boca, y la mano saludando mi reflejo.
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