El mundo submarino siempre le había fascinado a Catherine; pasó innumerables horas viendo documentales en la televisión por cable desde que era una niña y ello la volvió muy consciente de la vida marina. Cuando era una adolescente, se hizo amiga de Edward, un compañero de clase que estaba aprendiendo apnea durante los fines de semana y la invitó a verlo practicar.
El sábado siguiente, Catherine se puso su traje de baño, una camiseta, pantalones cortos y chanclas. Su amigo la recogió en el auto de su padre y, una hora después, estaban en la playa. Aunque le interesaba el ecosistema marino, nunca había intentado bucear porque respirar solo por la boca era algo que le molestaba. Adicionalmente, el azul profundo era su límite personal; cualquier lugar más profundo que su altura estaba fuera de discusión. La posibilidad de flotar e inadvertidamente llegar hasta un punto en el que no pudiera ponerse de pie, por no llegar al fondo, era aterradora. Por lo tanto, ella pasó la mayor parte del tiempo tomando el sol o mirando a su amigo mientras él estuvo en aguas poco profundas para hacer algunos ejercicios.
Cuando llegó el momento de un descanso, Edward trató de convencerla de practicar snorkel y le explicó lo que tenía que hacer. Aunque era una buena nadadora, su estilo implicaba mantener la cabeza fuera del agua.
Solo usar la máscara mientras se la probaba la ponía ansiosa.
—Imagina que tienes un resfriado y no puedes respirar por la nariz, ¿qué haces normalmente? —dijo Edward.
—Bueno, uso mi boca como mi única vía aérea, pero eso no dura mucho. Tan pronto como me pongo una gota de descongestionante, estoy bien —respondió Catherine.
—Te he visto conteniendo la respiración en la piscina, pinzando la nariz. Imagina que estás haciendo eso entonces.
—No estoy segura de que eso funcione para autoengañarme. Puedo soltarme la nariz cuando quiera, pero con la máscara, tendría que retirarla y la magia se acabaría.
—¿No es cierto que sueñas con bucear y ver la vida marina con tus ojos, sin pantalla de TV o pantalla de cine de por medio?
—Sí, es cierto.
—Vamos a hacer otra cosa. ¿Qué te parece usar tus lentes de natación para ver el arrecife cerca de la montaña? Puedo pararme a tu lado, y allí el agua será tan profunda como tus hombros.
—¿No hay riesgo de pisar el arrecife?
—No, no te preocupes. Estaremos en el límite entre el arrecife y el fondo arenoso.
—Ok, hagámoslo. No lo he probado antes.
Una vez que estuvieron en el lugar, Catherine se pinzó la nariz y se agachó. La idea original era que ella estuviera flotando boca abajo, mientras Edward sostenía una de sus extremidades, pero ella improvisó.
La visibilidad era perfecta; la luz penetraba por completo en el agua y la vista era colorida y viva. Había muchos peces damisela azul y dorado, también peces sargento mayor que exhibían las franjas negras y amarillas en sus cuerpos, y un caballito de mar naranja sujeto a la base de un coral blando. El arrecife presentaba un collage de colores y formas: un coral mini-cerebro amarillo intenso, un coral de fuego bebé rojo vivo, esponjas moradas, gusanos pluma, pequeñas anémonas blancas con extremos violeta y muchas otras formas de vida que escaparían de un simple vistazo. Catherine estaba fascinada, contuvo el aliento por más tiempo que nunca.
—¡Edward, esto es asombroso! Quiero ver más y por más tiempo.
—Un snorkel te permitirá hacer eso, no necesitarás sacar la cara del agua para tomar aire, y no necesitarás pinzarte la nariz si estás usando una máscara. Puras ventajas.
—Creo que tienes razón, pero me temo que entraré en pánico —dijo Catherine con mirada de preocupación.
—Tú puedes con esto, pero debes esforzarte un poco. Probemos lo siguiente… Te prestaré mi máscara de repuesto, y tú seguirás disfrutando del arrecife mientras regreso a mis prácticas. ¿Estás de acuerdo?
—¡Seguro! Pero no flotaré boca abajo, solo me agacharé.
—Ok, adelante, lo que te sea más cómodo. El objetivo principal es acostumbrarse a la máscara.
Edward volvió a su curso. Catherine tomó la máscara y se la puso con los ojos cerrados, conteniendo la respiración incluso cuando era capaz de respirar por la boca. Por alguna extraña razón ella no podía respirar, pero cuando se pinzó la nariz con la máscara, sí pudo. «¿Qué demonios? Esto no tiene sentido”, pensó.
No había lógica aparente detrás de su incapacidad para respirar por la boca sin pinzarse la nariz, todo estaba en su mente. Algún miedo subconsciente la estaba restringiendo. Regresó al mismo lugar donde antes estuvo viendo el arrecife. Sin pensarlo demasiado, se agachó usando la máscara mientras se pinzaba la nariz. Después de unos segundos, ella soltó la pinza que hizo con sus dedos. El primer impulso fue inhalar, entonces aspiró el poco aire dentro de la máscara y sintió la presión. Eso la hizo ponerse de pie de inmediato, en pánico, por lo que se quitó la máscara y respiró, hiperventilándose. Le tomó un tiempo calmarse.
—Esto es ridículo. Algo está mal conmigo. Quiero disfrutar del arrecife como la mayoría de la gente es capaz de hacerlo. Lo intentaré de nuevo, —se dijo Catherine.
Una y otra vez, sucedió lo mismo, pero ella no dejó de intentarlo. Finalmente, después del quinto intento, se controló y no respiró después de soltar la nariz. Tener las manos libres la hizo sentir más cómoda, y esto le permitió contener la respiración por más tiempo. Estaba sonriendo bajo el agua, relajada, pero molesta porque todavía tenía que detenerse para tomar aire en medio de algo interesante. Esto la hizo aumentar su confianza. Ella había decidido avanzar al siguiente nivel de dificultad.
Cuando su amigo tuvo otro receso, se reencontraron y ella le contó lo exitosa que fue la experiencia. Él estaba orgulloso. Le quitó el snorkel a la máscara que estaba usando y lo sujetó a la correa de la otra máscara. Luego explicó cómo colocarse la boquilla y cómo funcionaba la válvula, para tranquilizarla.
—Cata, esto debería ser más fácil ahora. Una vez que el snorkel esté en tu boca, solo tienes que respirar normalmente y con calma. Probemos eso —dijo Edward.
—Está bien, pero primero tengo que hacer otra cosa.
Ella no había tratado de respirar mientras usaba la máscara, y para ella, hacerlo era el paso previo. Una vez más, algo estaba mal. Tan pronto como inhaló por la boca, lo hizo por la nariz al mismo tiempo, eso era confuso, su cerebro estaba jugando con ella, pero al menos esta vez tenía flujo de aire en los pulmones.
—Me pregunto por qué esto es tan difícil para ti. ¿Recuerdas algo relacionado con la respiración que haya sucedido cuando eras pequeña? —preguntó Edward.
—No. No lo sé. Tal vez algo que no puedo recordar conscientemente; le preguntaré a mi madre. De todos modos, ya me lo dijiste, solo necesito superar mis límites y conquistar esto, y eso es precisamente lo haré. Los arrecifes de todo el mundo necesitan de mis ojos —dijo Catherine sonriendo.
Ese día dominó la habilidad de respirar solo por la boca mientras usaba la máscara, pero no podía respirar por el snorkel. Tenía miedo de inhalar o tragar agua de mar. Cuando regresó a casa, habló con su mamá. Su madre no podía recordar ningún evento en particular hasta que su hermano apareció y se unió a la conversación.
—¡Hola hermana! ¿Qué cuentas?
—¡Hoy, finalmente vi un arrecife! Directo con mis ojos, bueno, no tan directo pues usé una máscara.
—Bueno, solo verías borroso si no usas una bajo el agua —dijo Dan, su hermano.
—Lo sé, tonto. Como sea. Quiero preguntarte algo, hermanito mayor.
—Claro, dime.
—Recuerdas algún episodio traumático de mi vida cuando niña? ¿Algo que tenga que ver con el agua? —preguntó Catherine.
—Mmm, déjame pensar …
Dan permaneció en silencio por un momento, mirando al techo, tratando de recordar.
—Mamá, mi tío Tommy era el dueño de la casa frente a un lago, ¿cierto? —preguntó Dan.
—Sí, la compró como una inversión para alquilarla, aunque su tía lo vendió después de que él murió —dijo la madre.
—Cuando tenías alrededor de 5 años y yo 10, visitamos la casa del tío Tommy por un fin de semana. Mamá, papá y tío estaban ocupados con la parrillada; no recuerdo dónde estaba nuestra tía. Mientras tanto, estábamos jugando en el lago con nuestro primo Ryan de 6 años. Él te retó a una competencia de natación, para entonces ambos asistían a clases de natación en la misma academia, y los dos ya habían ganado un par de medallas. Yo era el juez. —Dan dejó de hablar. Estaba accediendo al recuerdo mientras contaba la historia.
—¿Entonces? ¿Qué pasó? ¿Casi me ahogo o qué?
—No. Estabas lejos de ahogarte cuando llegué a ti, pero estabas aterrorizada.
—¿Por qué? ¿Encontré el monstruo del lago? ¿Era viernes 13?
—Ves demasiadas películas, hermanita … Esto es lo que sucedió: cuando estabas a punto de volver al punto de partida de la competencia, tu pie se enredó con una red de pesca, supongo que un aspirante a pescador lo dejó allí irresponsablemente. Pensé que bromeabas y me quedé donde estaba como juez hasta que Ryan llegó a la orilla. Luchabas por mantenerte a flote, pero esa cosa parecía halarte hacia abajo, entonces me di cuenta de que estabas en problemas y nadé tan rápido como pude hacia ti. Seguro, tragaste un poco de agua, pero nunca estuviste sumergida por mucho tiempo. Te alcancé en cuestión de segundos. A mí el agua me llegaba por los hombros, pero a ti no. Te llevé cargada de regreso a la orilla. Más tarde, seguiste nadando. No le dijimos a nuestros padres … Bueno, mamá, ahora ya lo sabes.
—Y así es como me entero, Dan. Ustedes dos deberían haberme dicho. Ahora entiendo por qué tu hermana dejó de competir y me pidió que ya no la llevara a la piscina —dijo la madre mientras sacudía la cabeza.
—Mamá, ella siguió nadando después, pensé que estaba bien. Fue solo un susto, no pasó nada. No te lo dijimos porque nos advertiste que no debíamos nadar en el lago sin supervisión y si nos pillabas nos prohibirías jugar allí. Éramos niños —dijo Dan encogiéndose de hombros.
—¡Vaya! Había olvidado el incidente. Ahora recuerdo. Me salvaste, Dan, pero aparentemente algo se me quedó en la cabeza. Mamá, no te preocupes. Creo que finalmente estoy superando ese trauma. Creo que habría tenido éxito en superarlo incluso si nunca me hubiera enterado de la razón, pero ahora debe ser más fácil. ¡Gracias Dan, eres mi héroe!
—Ni lo digas. Siempre te cuidaré, hermanita. Lo siento, mamá —dijo Dan mientras abrazaba a Catherine, y luego la madre se unió a ellos.
—Los perdono, muchachos. Por favor, nunca escondan asuntos importantes a su papá o a mí. Estamos aquí para apoyarlos, y lo saben. Me encanta que se preocupen tanto el uno por el otro.
Catherine estaba decidida a convertirse en submarinista, por lo que le preguntó a Edward si podía ir con él el siguiente fin de semana. A él lo motivaba estar allí para ella y ayudarla con sus miedos; además, quería que alguien cercano compartiera su pasión por el buceo en apnea.
Esta vez, ella avanzó más rápido en el desarrollo de habilidades. Ese día, dominó la respiración a través del snorkel. Todavía se agachaba, era su estilo particular de inmersión, pero luego Edward consiguió prestado un flotador para ella. Esta fue la solución definitiva, Catherine finalmente estaba flotando boca abajo, «snorkeleando» y disfrutando de la vista. Nada podría detenerla a partir de entonces.
El siguiente paso fue mantener la calma en la zona azul profundo. Para eso, Cata se inscribió en el curso de apnea. Aunque Edward lo había terminado para entonces, la acompañó y la apoyó.
Pasaron los años y Catherine se convirtió en bióloga marina, buceadora y defensora de los océanos. Sus temores habían sido conquistados, y esa experiencia la ayudó a superar otros obstáculos en la vida. Ella y Edward seguían siendo amigos íntimos y, de vez en cuando, iban juntos a hacer buceo en apnea.
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